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Hoy me he levantado con mucha hambre. He abierto la nevera y he visto un maravilloso bote de nata y al momento esa palabra mágica ha venido a mi cabeza: tortitas!

Con el ansia de quien se muere de hambre y además es fan del dulce, me he puesto a hacerlas como una loca, y me han salido cinco.
Pero mira tú que en la última estaba más despistada, me he puesto a meter la ropa en mi mochila, ya que mañana me voy de viaje, y la quinta y última tortita se ha quemado.
Normalmente esta sería la primera que me comería, ya que queda arriba, y como está recién hecha y calentita, no deja que las otras se enfríen, pero cuando la he visto toda requemadilla y seca, la he apartado a un lado y me he comido las otras.

Y cuando he terminado las cuatro tortitas sanas ya no podía más, me salían por las orejas, asi que me he recostado en el sofá con lo que me quedaba del café y me he quedado mirando a la triste y solitaria tortita quemada y me ha dado mucha pena.

Esa tortita quería ser como las otras ¿que culpa tenía ella de que otra persona la hubiera quemado? ahora se iría al cubo de la basura, sin ninguna oportunidad, de manera injusta, sin haberlo merecido. Y allí estaba solita y sin nata encima de la mesa.

Pero luego he pensado... ya, pero tú has sobrevivido.
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¿hacemos lo correcto? ¿tenemos claras nuestras ideas? ¿o todo depende del cristal con que se mire?

Siempre que creo que he encontrado una verdad absoluta, surge una relativa que me recuerda que aquella no existe, solo distintas versiones de una misma película.

Ante el emergente movimiento ecológico que sacude nuestro planeta, se encuentra otro de carácter más social que empieza a cobrar fuerza.

No hay día que no veamos algo que nos recuerde que nuestro mundo se muere, que lo estamos matando. Ácidos, dioxinas liberadas, contaminación, tala indiscriminada, agotamientos de recursos naturales... el planeta entero es consciente de nuestra propia destrucción y hace lo posible por frenar el deterioro.
Para ello, gobiernos y organismos de toda índole se han comprometido en frenar la industrialización de las zonas más puras y menos "alteradas" por la mano del hombre.
y me parece bien, salvemos el planeta...¿no?

Pero esto ¿que implica?
Las zonas más vírgenes, que gozan de mayor riqueza natural, son aquellas más desfavorecidas. Precisamente es esa carencia de industria lo que las salvaguarda, pero también la que condena a la pobreza a los sectores más subdesarrollados de nuestro mundo.
Riquísimos en recursos naturales, son el punto de mira de las grandes compañías energéticas e industriales que se lucran de la explotación de petróleo, gas, madera, carbón... y nuevos descubrimientos como el Coltán, material básico en la fabricación de nuestras baterias de móviles. Si países como la República Democrática del Congo, ya sufrieron la "desgracia" de ser los máximos productores de caucho en el boom de la fabricación automovilística... ¿qué les espera ahora?
Y mientras los grandes magnates firman medidas de protección ecológica que suscriben el Protocolo de Kyoto, invierten sus fortunas en grandes fábricas y explotaciones en países "protegidos", sacando sus riquezas para mayor beneficio del llamado Primer Mundo, y dejando una pobre limosna en inversiones que poco favorecen a los ya de por si oprimidos.
Pero eso sí, no favorezcamos su industria, porque eso es anti-ecológico.
Y ahora son muchas las voces que dicen, que si queremos un mundo igualitario, deberíamos permitir y favorecer el desarrollo de los países más necesitados.
Y me parece bien. Igualdad de oportunidades para todos. ¿no?

Pero un momento...¿no es esto contradictorio? Si estoy de acuerdo en favorecer el desarrollo industrial de esos países, pero a la vez quiero proteger los pocos paraísos naturales que quedan... ¿en que me equivoco?.

Quizás los países desarrollados deberían aprender a que el mundo está lleno de buenas intenciones, pero no de buenos actos.

¿estamos dispuestos a quitarnos algo para darlo a otros por el simple hecho de hacerlo?

¿es justo que Europa y EEUU sean los que más contaminan pero le pidan a los que no lo hacen que salvaguarden el pulmón que nos da aire para respirar a costa del hambre y la miseria de otros?

¿es justo para nuestro planeta?

¿que es justo y que no?
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SI NO ACTÚAS COMO PIENSAS, VAS A TERMINAR PENSANDO COMO ACTÚAS.
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Violeta tenía un secreto, uno de esos que son reales porque lo guardaba solo para sí, nunca lo contó.
Tenía zapatillas de baile, aunque nunca la invitaron a bailar.
Un buzón de colores sin cartas.
Una barra de labios con sabor a fresa que no llegó a estrenar.
Un reloj de bolsillo para poder contar los minutos que no recuperó.
Un corazón de repuesto sin instrucciones
Un pañuelo de lágrimas que se podía lavar a máquina.
Un juego de café de una taza.
Una bandera por si decidía tener patria y una cruz por si decidía tener fe.
Un felpudo para todos los que no atravesaron la puerta.
Un teléfono que nunca funcionó.
Una llave sin cerradura, un zapato sin pareja, una flor marchita y un caramelo sin sabor.
Pero sobre todo tenía algo. Algo que guardó en un cajón lleno de recuerdos y en cuya tapa escribió:
“Devuélveme mi vida, ahora que no soy yo”
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Como dice Selma (Björk) en Bailar en la oscuridad, los musicales son películas maravillosas, porque nunca sucede nada malo en ellas (vale, exceptuando West Side Story).

La vida se ve de otra manera cuando es a través de un musical. Nadie baila como Fred Astaire, tan natural, tan coordinado, tan perfecto en sus movimientos.

Y por encima de su eterna pareja de baile, Ginger Rogers, yo siempre me quedaré con la felina Cyd Charisse, sus piernas kilométricas, su belleza salvaje y su energía desbordante a la hora de bailar.

Hoy me apetece regalaros este vídeo.