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Así es, me despido por un par de semanas. Ha llegado el momento de mi dulce venganza: muajajajaja... ya que mientras este agosto tod@s disfrutábais de vuestras maravillosas vacaciones, yo me derretía a merced de esos horribles 40º que azotaban las tardes de Madrid, mezclados con el ruido, la contaminación y ese olor a asfalto y a alquitrán que te hacían soñar con la playa.

Mañana vuelo a París y veré a mi pequeña Mery, que se me ha ido allí de erasmus, y la echo mucho de menos. Y una semanita más tarde a Berlín, para darle otro achuchón muy grande a nuestra Demmi. Me voy con mi querida Elenuski, que me tiene una santa paciencia... estos días se va a ganar el cielo, eso seguro.
Aprovecharemos para culturizarnos, emborracharnos, reunirnos un montón de amigas, gritar, desvariar, bailar, cantar y disfrutar al máximo hasta el último segundo.

Espero encontrar algún mensajito adorable de despedida... ya lo digo yo siempre: soy amor! soy adorable! y sí! echadme de menos! jajajaja... porque sobre todo soy mimosona a más no poder!... y no tengo abuela.


Sed buen@s!... o mejor aún... sed mal@s... es mucho más divertido!
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Hoy me he despertado algo entumecida por el frío.
Debería haberme acostumbrado hace tiempo, pero vivir a 2ºC de continuo no es tarea fácil.

Me he dado un paseo por la bandeja inferior de la nevera y he visitado al Señor Tomate, que está empezando a pocharse, y a una pandilla de Peras Conferencia que presumían el primer día de ir a convertirse en una sabrosa tarta. Pero ya os digo yo que como las dejen ahí un par de días más, acaban siendo compota.

Después de ver que no hay mucha novedad desde anoche (solo faltaba un Zumo Tropical, y menos mal, por que hablaba por los codos y nos tenía hartos) he decidido ir a hacer unos estiramientos.

Yo no soy una lechuga cualquiera, podría ser un iceberg o un cogollo de esos que se sirven con ventresca, pero no… yo soy de esas que se sirven en las cenas navideñas con queso roquefort, o se utilizan para acompañar la vichysoisse, nada de purés de zanahoria o patata… siempre he tenido claro que mi familia es de una estirpe superior, muy selecta y con un verde fresco y limpio.

Me encanta pasearme ufana y estirada entre las hortalizas del cajón. Y sé que me miran con envidia.

Pero hoy cuando estaba paseando he oído un chismorreo… y solo he alcanzado a escuchar “No es mas que una lechuga amarga”
¿amarga? …
Corriendo he ido a buscar a Mamá Endivia y se lo he preguntado:

“Mamá ¿yo que soy?”
“Cariño, tú eres una endivia”
“Pero … ¿la endivia es amarga?”
“Sí cariño, pero esa es nuestra particularidad, lo que nos hace diferentes…”
“Pero yo quiero ser dulce”
“Lo siento nenita, tú eres y serás siempre amarga…”
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Y esta teoría se podría enunciar de la siguiente manera:
“Si quieres saber la verdad, espera a que te mientan”

Pensaréis que estoy loca, pero siempre he creído fielmente en ella.

Yo creo que las verdades, son solo eso, una verdad desnuda, simple… aburrida y tediosa.
No oculta nada. No nos enseña nada. Solo nos habla de algo que es como lo vemos.

Pero las mentiras, son otra historia.
Siempre he creído que la gente miente por dos motivos:

- Hay personas que son mentirosas compulsivas, alteran la verdad frecuentemente para hacer su vida más interesante o por qué tienen un pequeño complejo de inferioridad que les pide llamar la atención constantemente. Estas personas, como mucho merecen compasión, y en muchos casos, comprensión. No hay nada realmente malo en ello.


- Y luego están las otras. Las que me interesan de verdad. Son aquellas que son realmente inteligentes, sin complejos, astutas y ágiles de mente.

Estas personas mienten para ocultar una verdad. O porque la verdad no es suficiente para darles la razón.
Pero sin saberlo, se delatan. Regalan el bien más preciado para un enemigo, ya que dejan expuestas su debilidad: aquello que ocultan.

Por eso no debemos alterarnos cuando lo descubrimos, ni siquiera revelarlo. Sino atesorarlo como una joya y no preguntarnos ¿Por qué miente? Sino… ¿Por qué no dice la verdad?

Y eso… nos dará poder. Esa persona nos lo ha dado sin pedirlo.

Y descubriremos la verdad.


¡Feliz 8 de octubre de 2009! Un día único e irrepetible en la historia.
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Hace muchos años fui una pulga.
Y he de decir que hay muchos tipos de pulgas, pero yo no tenía nada de exótica, era una pulga común ... de una rata común.
Mi rata albergaba a otras pulguitas como yo y éramos felices entre su suave pelo gris.
A veces saltaba para explorar mundo, ¡podía saltar hasta 300 veces mi longitud! Y en esos momentos yo echaba hacia atrás mis patitas traseras de alegre saltadora y sentía el frío sobre mis antenas de sifonáptera.
Aquellos días fueron muy felices.

Después de aquello, fui un gato.
Como ya era habitual en mí, no tenía nada de extraordinario. No era ningún gatito persa de suave pelaje, ni tenía los reflejos dorados de los siameses. Era un vulgar gato pardo.
Saltaba por los tejados de mi ciudad, escuchando las historias latentes bajo mis pies, llenas de susurros, risas, jadeos y algún llanto. Me gustaba sentir el tacto del asfalto al caer sobre mis patitas almohadilladas de felino callejero y rebuscar entre la basura auténticos manjares.
Aquellos fueron días felices.

Luego fui una tortuga de tierra. Vivía en Gela, Sicilia.
No era ninguna tortuga de Carey ni un galápago de grandes dimensiones. Sino una Tortuguita Mora que se pasaba el día comiendo rastrojos, insectos y me arrastraba sobre mi pancita de animal cansado mientras me calentaba al sol.
Y no os lo vais a creer, pero ¡un día me capturó un quebrantahuesos! Quería alzarme en el aire y tirarme desde lo alto para espachurrarme y así poder comerme.
Yo, de lo asustadica que estaba, metí la cabeza en el caparazón y apenas sentí como me soltaba, tuve tiempo de asomarla, solo lo justo como para ver la cabeza calva de un señor acercarse a mí a toda velocidad.
Luego me enteré que este señor era un famoso dramaturgo llamado Esquilo, y el mundo entero lloró su pérdida, pero lo que nadie sabe es que a mi me salvó la vida.
Conté mi aventura por toda la isla y me convertí en una heroína.
Fueron días muy felices.

Más tarde fui un cuervo.
Tenía unas preciosas plumas brillantes de color negro que reflejaban la luz del sol como si fuera obsidiana pulida.
Veía todo desde las alturas, con una precisión y nitidez que nunca antes había tenido.
Adoraba esa dulce sensación de vértigo mientras me lanzaba en picado y jugaba con mis hermanos cuervos a revolotear entre los tendidos de la luz.
Que felicidad la de aquellos días!

Después de aquello fui pez luna, mejillón, cebra, nenúfar, saltamontes y erizo.
Y en cada una de mis vidas disfruté con plenitud de mi vida salvaje y libre, de mi mundo sin fronteras y mi falta de equipaje.

Pero ahora soy humana. Soy parte de la especie dominante, la que decide quién vive y quién muere, la que tiene el poder de cambiarlo todo, la sabiduría, la inteligencia…
Pero no soy libre de ir a donde quiero, de expresarme en voz alta ni de mostrarme tal y como soy. Mi mundo está lleno de resentimiento, de envidias y de ira.
Y por primera vez… soy desdichada.











P.D.: La ilustración de la portada pertenece a una chica llamada Mertixell Montiel, quién me parece una maravillosa ilustradora y os invito a conocerla aquí: http://www.lalineapeluda.com/ilustracion.html