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Hace muchos años fui una pulga.
Y he de decir que hay muchos tipos de pulgas, pero yo no tenía nada de exótica, era una pulga común ... de una rata común.
Mi rata albergaba a otras pulguitas como yo y éramos felices entre su suave pelo gris.
A veces saltaba para explorar mundo, ¡podía saltar hasta 300 veces mi longitud! Y en esos momentos yo echaba hacia atrás mis patitas traseras de alegre saltadora y sentía el frío sobre mis antenas de sifonáptera.
Aquellos días fueron muy felices.

Después de aquello, fui un gato.
Como ya era habitual en mí, no tenía nada de extraordinario. No era ningún gatito persa de suave pelaje, ni tenía los reflejos dorados de los siameses. Era un vulgar gato pardo.
Saltaba por los tejados de mi ciudad, escuchando las historias latentes bajo mis pies, llenas de susurros, risas, jadeos y algún llanto. Me gustaba sentir el tacto del asfalto al caer sobre mis patitas almohadilladas de felino callejero y rebuscar entre la basura auténticos manjares.
Aquellos fueron días felices.

Luego fui una tortuga de tierra. Vivía en Gela, Sicilia.
No era ninguna tortuga de Carey ni un galápago de grandes dimensiones. Sino una Tortuguita Mora que se pasaba el día comiendo rastrojos, insectos y me arrastraba sobre mi pancita de animal cansado mientras me calentaba al sol.
Y no os lo vais a creer, pero ¡un día me capturó un quebrantahuesos! Quería alzarme en el aire y tirarme desde lo alto para espachurrarme y así poder comerme.
Yo, de lo asustadica que estaba, metí la cabeza en el caparazón y apenas sentí como me soltaba, tuve tiempo de asomarla, solo lo justo como para ver la cabeza calva de un señor acercarse a mí a toda velocidad.
Luego me enteré que este señor era un famoso dramaturgo llamado Esquilo, y el mundo entero lloró su pérdida, pero lo que nadie sabe es que a mi me salvó la vida.
Conté mi aventura por toda la isla y me convertí en una heroína.
Fueron días muy felices.

Más tarde fui un cuervo.
Tenía unas preciosas plumas brillantes de color negro que reflejaban la luz del sol como si fuera obsidiana pulida.
Veía todo desde las alturas, con una precisión y nitidez que nunca antes había tenido.
Adoraba esa dulce sensación de vértigo mientras me lanzaba en picado y jugaba con mis hermanos cuervos a revolotear entre los tendidos de la luz.
Que felicidad la de aquellos días!

Después de aquello fui pez luna, mejillón, cebra, nenúfar, saltamontes y erizo.
Y en cada una de mis vidas disfruté con plenitud de mi vida salvaje y libre, de mi mundo sin fronteras y mi falta de equipaje.

Pero ahora soy humana. Soy parte de la especie dominante, la que decide quién vive y quién muere, la que tiene el poder de cambiarlo todo, la sabiduría, la inteligencia…
Pero no soy libre de ir a donde quiero, de expresarme en voz alta ni de mostrarme tal y como soy. Mi mundo está lleno de resentimiento, de envidias y de ira.
Y por primera vez… soy desdichada.











P.D.: La ilustración de la portada pertenece a una chica llamada Mertixell Montiel, quién me parece una maravillosa ilustradora y os invito a conocerla aquí: http://www.lalineapeluda.com/ilustracion.html

Comments (6)

On 6 de octubre de 2009, 8:26 , Pat dijo...

Jolín que memoria tienes!!!! Como te acuerdas de todo lo que has sido?? Yo ni de broma me acuerdo, tengo memoria pez......eso significará que en algún momento fuí pez??No se a mi me hubiera gustado ser en algún momento perro, para llevar una vida "perra" aunque siendo humana muchas veces llevo esa vida perra y otras veces también estoy mas perra que Niebla asi que....También me hubiera gustado ser pájaro y volar lejos, lejos, lejos igual en vidas futuras no? El caso es que queramos o no ahora somo humanos con sus pros y sus contras y hay o que conformarnos con lo que tenemos o luchar por conseguir aquello que queremos.

 
On 6 de octubre de 2009, 13:58 , Elena dijo...

Yo creo que fui un olmo o un sauce llorón, o puede que un cerezo en flor. Entre mis ramas se posaban toda clase de pájarillos e insectos. Las arañas y mariquitas me hacían cosquillas con sus pequeñas patitas mientras correteaban de un lado a otro sin cesar.

Una vez tuve un nido entre mis ramas, los pequeños verderones no paraban de piar pidiendo comida y el calor de sus padres. Uno de ellos estuvo a punto de caerse, pero un repentina ráfaga de aire le devolvió a la protección de su pequeña casita.

Y asi pasaron los años, hasta que un buen día, note un gran dolor en mis pies, y unas voces muy elevadas diendo algo de "árbol vaaaaaaaaa"

Asi acabaron mis días como árbol dentro de un gran bosque, mi tranquilidad dejo pasó al ajetreo de ser una hormiguita siempre sin descanso y alerta ante cualquier ataque de otro clan.
Recolecte todo lo que estuvo a mi alcance, ayude a escavar en el hormiguero, vivia feliz dentro de la gran familia a la que pertenecía hasta que un buen día hubo un gran incendio dentro del bosque y debi de perecer porque ya no recuerdo gran cosa.

En algún momento debí de ser una melodía tan poco afortunada como fugaz, deshechada a la basura por algún tipo llamado Beethoven que se la quisó dedicar a alguna dama.

Hasta que termine como tú siendo un ser humano... no está mal del todo. Aunque la continua sensación de no ser o no tener todo lo que se desea, de estar siempre inacabado me confunde bastante.

Puede que en otra vida nos volvamos a encontrar... mientras tanto me quedo con la suerte de haberte conocido y de disfrutar de tu compañia en este camino.
No te sientas desdichada, eres una persona muy afortunada, querida y apreciada.


Me voy a canturrear un rato, lalalalalaaaaaaaa.....

 
On 6 de octubre de 2009, 14:19 , Mallory Knox dijo...

ooooooooooh que guay!

Pat ha sido pez y perro y Ele ha sido un árbol, una hormiga y una melodía...

Que guay que todas nos acordemos de nuestras vidas anteriores. Ahora que sé que no soy la única que se siente desubicada en su nueva vida humana, me siento mucho mejor...

Ele, tu narración se merece un diez! jajaja

 
On 6 de octubre de 2009, 16:19 , Pat dijo...

Jopelines Ele que gonito. Tus vidas parecen sacadas de un cuento, aunque no se si con final feliz o no. Dejemoslo en un cuento sin final más bien. Me ha encantado.

 
On 6 de octubre de 2009, 18:23 , Un día de verano dijo...

A veces envidio a los que pueden hacer todo lo que quieren, o al menos no conocen lo que no son capaces de hacer.
"Solo si vuelas demasiado alto te darás cuenta de que estás encadenado"

 
On 8 de octubre de 2009, 15:52 , Un día de verano dijo...

Yo no sé que he sido. Creo que alguna vez fui un ave. Alguna que podía volar muy, muy alto.