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Hoy he aprovechado unas horitas libres para irme a tomar algo con unos amigos.
Jano ha traído dos colegas suyos que no conocía y después de las consabidas presentaciones y algunos comentarios que nos han hecho reir han llegado las preguntas habituales.
- ¿Y a qué te dedicas?
- Soy antropólogo forense.
Lo reconozco, desde ese momento Ángel ha captado toda mi atención.
Ésta es una de las profesiones que a mí siempre me hubiera gustado ejercer, creo que no hay nada más fascinante que encontrar un hueso perdido, una calavera... y mirarla a las cuencas vacías susurrando "Habláme, cuéntame tu historia".
Ir desvelando con precisión de cirujano qué hacía, que comía, si tuvo hijos, si vivió en una zona u otra, como murió... y todo esto de una persona que vivió hace miles de años.
Nuestra conversación fue desgranando temas interesantes como: El proyecto Djebhuti, la teoría de la navaja de Ockan, los libros de Naguib Mahfuz, la Hija del Doctor Velasco, la restauración de pinturas o el hallazgo de la tumba de Velázquez... pero yo sobre todo escuchaba embobada y con mucha envidida a aquel hombre que era una auténtica fuente de conocimiento y que me explicaba con paciencia de profesor de pueblo sin un ápice de engreímiento todo lo que quería saber.
Y al final llegamos a un tema que me fascina. La representación en pintura parietal de manos con pigmento soplado.
Seguramente muchos sabréis que es eso, pero para quién no lo sepa os contaré que hace muchísimos años, ya en el Paleolítico Superior, los seres humanos que nos antecedieron se dedicaron a poner sus manos sobre las paredes y soplar pigmento a través de una caña y dejar constancia de las siluetas de éstas.
Quizás haya quién piense que es una representación tonta de alguien que se aburría mucho. Pero aquí radica la belleza de su misterio: Estas representaciones se han encontrado en puntos geográficos muy dispares, tales como España, Portugal, Francia y... Argentina!
¿Pero es posible que en una época en que era casi imposible un contacto entre personas tan alejadas, hicieran el mismo dibujo, con la misma técnica y en la misma época?
Para más misterio, hay que añadir que a muchas de estas manos, tanto en un sitio como otro, les falta un dedo. ¿Porqué? ¿mutilación? ¿ritual? ¿porque hicieron lo mismo artistas inconexos entre si?
Y entonces me explicó la teoría de la convergencia evolucionista, que mucho tiene que ver con la navaja de Ockan, y que se define como: "la tendencia que se observa en formas vivas no relacionadas filogenéticamente entre sí a responder a similares contingencias de la vida desarrollando estructuras semejantes", o lo que es lo mismo: "a igualdad de problemas, igualdad de soluciones"
Desde luego no me ha aclarado en nada el porqué de estas cuestiones pero sí me ha dejado pensando el resto de la tarde.
Hace poco comentaba en la entrada anterior como el hecho de sentirnos esclavos de nuestras vivencias nos condicionaba en una especie de Círculo de Eterno Retorno y nos condenaba a no entendernos, creando más una causa de desunion que de unión.
Pero he aquí la respuesta a algo tan simple.
Es más lo que nos une, porque como seres humanos nos mueve la misma sensibilidad, los mismos contratiempos, las mismas preocupaciones, que aunque diferentes en origen sí son las mismas en consecuencias: nuestro dolor y desazón. Pero la búsqueda incansable de intentar superarlo en un básico instinto de supervivencia animal nos hace tomar caminos similares.
Y de esta manera, personas que no tenían nada que ver en el espacio o en el tiempo, encuentran un nexo de unión. Nuestro dolor y la necesidad de superarlo.
Hoy he aprovechado unas horitas libres para irme a tomar algo con unos amigos.
Jano ha traído dos colegas suyos que no conocía y después de las consabidas presentaciones y algunos comentarios que nos han hecho reir han llegado las preguntas habituales.
- ¿Y a qué te dedicas?
- Soy antropólogo forense.
Lo reconozco, desde ese momento Ángel ha captado toda mi atención.
Ésta es una de las profesiones que a mí siempre me hubiera gustado ejercer, creo que no hay nada más fascinante que encontrar un hueso perdido, una calavera... y mirarla a las cuencas vacías susurrando "Habláme, cuéntame tu historia".
Ir desvelando con precisión de cirujano qué hacía, que comía, si tuvo hijos, si vivió en una zona u otra, como murió... y todo esto de una persona que vivió hace miles de años.
Nuestra conversación fue desgranando temas interesantes como: El proyecto Djebhuti, la teoría de la navaja de Ockan, los libros de Naguib Mahfuz, la Hija del Doctor Velasco, la restauración de pinturas o el hallazgo de la tumba de Velázquez... pero yo sobre todo escuchaba embobada y con mucha envidida a aquel hombre que era una auténtica fuente de conocimiento y que me explicaba con paciencia de profesor de pueblo sin un ápice de engreímiento todo lo que quería saber.
Y al final llegamos a un tema que me fascina. La representación en pintura parietal de manos con pigmento soplado.
Seguramente muchos sabréis que es eso, pero para quién no lo sepa os contaré que hace muchísimos años, ya en el Paleolítico Superior, los seres humanos que nos antecedieron se dedicaron a poner sus manos sobre las paredes y soplar pigmento a través de una caña y dejar constancia de las siluetas de éstas.
Quizás haya quién piense que es una representación tonta de alguien que se aburría mucho. Pero aquí radica la belleza de su misterio: Estas representaciones se han encontrado en puntos geográficos muy dispares, tales como España, Portugal, Francia y... Argentina!
¿Pero es posible que en una época en que era casi imposible un contacto entre personas tan alejadas, hicieran el mismo dibujo, con la misma técnica y en la misma época?
Para más misterio, hay que añadir que a muchas de estas manos, tanto en un sitio como otro, les falta un dedo. ¿Porqué? ¿mutilación? ¿ritual? ¿porque hicieron lo mismo artistas inconexos entre si?
Y entonces me explicó la teoría de la convergencia evolucionista, que mucho tiene que ver con la navaja de Ockan, y que se define como: "la tendencia que se observa en formas vivas no relacionadas filogenéticamente entre sí a responder a similares contingencias de la vida desarrollando estructuras semejantes", o lo que es lo mismo: "a igualdad de problemas, igualdad de soluciones"
Desde luego no me ha aclarado en nada el porqué de estas cuestiones pero sí me ha dejado pensando el resto de la tarde.
Hace poco comentaba en la entrada anterior como el hecho de sentirnos esclavos de nuestras vivencias nos condicionaba en una especie de Círculo de Eterno Retorno y nos condenaba a no entendernos, creando más una causa de desunion que de unión.
Pero he aquí la respuesta a algo tan simple.
Es más lo que nos une, porque como seres humanos nos mueve la misma sensibilidad, los mismos contratiempos, las mismas preocupaciones, que aunque diferentes en origen sí son las mismas en consecuencias: nuestro dolor y desazón. Pero la búsqueda incansable de intentar superarlo en un básico instinto de supervivencia animal nos hace tomar caminos similares.
Y de esta manera, personas que no tenían nada que ver en el espacio o en el tiempo, encuentran un nexo de unión. Nuestro dolor y la necesidad de superarlo.