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Llevo una hora sentada en uno de los sillones de Frankie & Benny´s, ese lugar a caballo entre el fast food y el restaurante decente que, sorprendentemente, me gusta. Quizás sea por su decoración cálida o su música ambiental de jazz y blues. Quizás por el risotto de champiñones.

Me traen el té.
Intento probarlo, pero quema demasiado. Sigo leyendo mientras lo dejo enfríar.
Al cabo de un rato vuelvo a hacer una nueva intentona. Sigue quemando.
Entonces pienso en removerlo con una cucharilla.
Miro como el té va girando cada vez a más velocidad y pienso: ¿si lo muevo no le estoy transmitiendo energía? ¿la energía no es calor? ...entonces...¿lo estoy enfriando o lo estoy calentando?
Cuando tenemos frío nos frotamos los brazos, porque así generamos calor, por la fricción y el movimiento. Pero entonces ¿no debería pasar lo mismo con el té?
Claro está que la cucharilla es de metal. El metal es frío. ¿no se supone que dos cuerpos en contacto tienden a equilibrar temperaturas? Entonces, he de suponer que es mayor el frío de la cuchara que el calor que se transmite por el movimiento.
O lo que es lo mismo, si tengo calor, solo debo agarrar algo metálico.
Pero no, que tontería, los metales también absorben mucho el calor, para eso debería estar metido en el frigorífico.
Y mientras me estoy imaginando en verano, muerta de calor, metiendo cucharones de sopa en el frigorífico, alguien tose a mi lado.
Es el camarero.

Me he quedado sola en el restaurante, y se ha dado cuenta de que llevo veinte minutos removiendo y mirando fijamente el té que, íncreiblemente, ya está helado.

Una vez más siento que un momento de mi vida se ha quedado en el limbo.
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Y esta teoría dice: "Para vivir, hay que morir un poco cada dia"


Se dice, se habla, se rumorea... que Mitrídates, ese rey del Ponto que vivió allá por el 100 a.C. (año arriba, año abajo) tomaba pequeñas dosis de veneno a diario para volverse inmune y evitar así ser asesinado de la misma manera en que falleció su padre.
No es mala idea, pero sobre todo es una estupenda metáfora de nuestro devenir cotidiano.
Nada como recibir veneno todos los días y en pequeñas dosis, para que llegado el momento decisivo te des cuenta de que ya te volviste inmune a ellos.

Yo todavía estoy en ello, pero lo conseguiré...o moriré en el intento :)
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- Comenzar a ser diplomática.
- Ser menos orgullosa y más tolerante.
- Comprender que a la gente no le interesa lo que tengo que decir.
- Volverme humana.
- Entender que no siempre se gana.
- Desarrollar paciencia y ser menos curiosa.
- Aprender a decir NO.
Este año me he propuesto desafiar la mala suerte. Está claro que las viejas costumbres no siempre surten efecto asi que 2010 empieza sin uvas, sin braguitas rojas, sin anillo en la copa, sin pie derecho... pasaré por debajo de todas las escaleras y delante de los gatos negros. Romperé espejos y tiraré sal.
El destino se empeña en llevarme la contraria asi que... desafiémoslo.

Feliz año a todos!