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Hace unos días vi un documental muy interesante. Se llamaba “Pecados de mi padre” y trataba sobre la vida de Pablo Escobar, el famoso narcotraficante colombiano.
Lo interesante del reportaje era que estaba contado desde el punto de vista de su hijo, un joven que ahora ronda la treintena y que pretendía hacer una revisión sincera y objetiva de lo que su padre había sido y significado, no solo en su vida, sino también en la de la población colombiana.
Me estremeció mucho su honradez, su valor a la hora de defenderle como buen padre y persona amante de su familia, a la vez que condenaba sus actos, tan reprobables, como la extorsión o el asesinato.
Con todo ello, quería tender una mano de reconciliación e invitar a los hijos de las víctimas de su padre a firmar una tregua y establecer un compromiso de paz y perdón mutuo.
Su carta, dirigida a éstos, me conmovió muchísimo, porque estaba llena de dolor y sentimiento de culpa y me dejó pensando el resto de la noche en nuestra particular visión del amor y del odio.
Sigo creyendo que solo odiamos a quien previamente hemos amado. Y quizás porque nunca les dejamos de amar, no nos perdonamos y los odiamos.
Pero también me hizo ver que hay personas que nos resultan nocivas y sin embargo son terriblemente benéficas para otras.
Y respetar esto, permitirlo sin interferir en ello, aceptar que quien es malo para mi, puede ser bueno para otra persona que quiero, es seguramente una de las verdades más duras de aceptar. Para mi y para cualquiera.
Asi que pensaré en ello.
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Hace unos días vi un documental muy interesante. Se llamaba “Pecados de mi padre” y trataba sobre la vida de Pablo Escobar, el famoso narcotraficante colombiano.
Lo interesante del reportaje era que estaba contado desde el punto de vista de su hijo, un joven que ahora ronda la treintena y que pretendía hacer una revisión sincera y objetiva de lo que su padre había sido y significado, no solo en su vida, sino también en la de la población colombiana.
Me estremeció mucho su honradez, su valor a la hora de defenderle como buen padre y persona amante de su familia, a la vez que condenaba sus actos, tan reprobables, como la extorsión o el asesinato.
Con todo ello, quería tender una mano de reconciliación e invitar a los hijos de las víctimas de su padre a firmar una tregua y establecer un compromiso de paz y perdón mutuo.
Su carta, dirigida a éstos, me conmovió muchísimo, porque estaba llena de dolor y sentimiento de culpa y me dejó pensando el resto de la noche en nuestra particular visión del amor y del odio.
Sigo creyendo que solo odiamos a quien previamente hemos amado. Y quizás porque nunca les dejamos de amar, no nos perdonamos y los odiamos.
Pero también me hizo ver que hay personas que nos resultan nocivas y sin embargo son terriblemente benéficas para otras.
Y respetar esto, permitirlo sin interferir en ello, aceptar que quien es malo para mi, puede ser bueno para otra persona que quiero, es seguramente una de las verdades más duras de aceptar. Para mi y para cualquiera.
Asi que pensaré en ello.