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Yo tenía 5 y tú 6
Y saltaba en los charcos y llenaba botes de mermelada con agua de playa mientras me alimentaba de cuentos y castillos de arena mojada.
Tú me decías que el mundo se acababa en la línea del horizonte, donde los barcos desaparecían y las gaviotas volaban y, claro está, yo te creía, te miraba embobada, pues adoraba tu risa y tu mirada serena
Siempre me decías, que al morir, viviríamos en una estrella.
Llegaste en enero, te fuiste en abril.
Habrían de pasar siete años más para saber de ti.
Yo tenía 12 y tu 13
Yo seguía viendo duendes y hadas tras los recodos, pero tú me mirabas ausente, con expresión de incordio.
Si me besaste, si te besé, si deseaste hacerlo o reprimiste un “tal vez”, no me di cuenta. No más de cien.
Sufría la intensidad del amor, como solo la sufren los adolescentes, lleno de pasión y vacío de mente.
Anhelante como el hambre pero tenso como la cuerda de un violín.
Habrían de pasar otros siete años para volver a saber de ti.
Yo tenía 19 y tú 20
Fui a esperar tu tren y creo que entonces me viste por primera vez. Como si antes no hubiera existido, como si hubieras olvidado los juegos compartidos. Pero tus ojos eran de gato, de soldado experimentado, me dijiste que no me recordabas, pero sentí que tus manos temblorosas te habían delatado. Si me besaste, si te besé, no recuerdo cuántas fueron, quizás más de cien.
Te sentí con la misma intensidad que el viento del sur. Ese que llegaba cargado de canciones extrañas, de aromas exóticos, que venía de improviso para dejarte olor a mar, pero desaparece empujado por el frío invernal.
Me quisiste o tal vez no. Me extrañaste o tal vez no. Me encadené a mi corazón como la flor a su jardín.
Pero habrían de pasar diez años más para volver a saber de ti.
Yo tenía 30, tú 31.
Te casaste, me casé y me recordaste aquella estrofa que alguna vez te canté: ¿Qué será de nosotros, cuando nos vayamos y otros ocupen nuestro lugar?
No entendías que todavía creyera en la magia, en los bosques encantados, que creyera que tú y yo nos habíamos estado esperando.
Con la traición de los amantes condenados, con el sigilo del ladrón escarmentado, nos unimos en un temor a despertar sin haber soñado. Con el reloj de nuestras horas miserablemente hibernado.
Si te supliqué, si me suplicaste por última vez, no lo recuerdo. No más de cien.
Seguiste tu camino hacia la rutina, hacia la última página del libro, la que dice FIN.
Habrían de pasar otros diez años, para volver a saber de ti.
Yo tenía 40 y tú 41
Soñamos nuestros sueños a través de nuestros hijos. Los amamos, los quisimos con la esperanza de pervivir en ellos. La cautela reemplazó nuestra pasión inicial, la que nos decía que todavía había marcha atrás, la que susurraba todavía hay tiempo, y con la mirada resabida de los que se creen perfectos, mitigamos nuestro dolor en la alegría del reencuentro.
Si te acordaste de mí, si me acordé de ti, no lo recordé bien.
No más de cien.
Con la angustia del desertor, o el miedo del vencido, nos separamos de nuevo, con nuestro orgullo herido.
Usamos la sonrisa forzada de comodín.
Y dejé transcurrir 20 años más para volver a saber de ti.
Yo tenía 60 y tú 61
Nos pesaba la vida cargada de sueños incumplidos, de deseos frustrados y un amor prohibido. Me reí, te reíste, lloré, lloraste.
Nos mirábamos sin entender los límites de nuestro abandono, el que nos hizo amarnos sin comprometernos a fondo sin entender que nuestro amor no fue una casualidad, que nos dejamos vencer por la desidia y la comodidad. Que dejamos un barco a la deriva, que ya nunca llegará a puerto, pues se perdió entre la bruma del mediodía, cansado y hambriento.
Nos miramos con la pena de quién pierde un ser querido, sin haberse despedido, sin haberse confesado. Con el ancla como un lastre a mis pies anudado.
No sé si te convencí.
Pero habrían de pasar otros 20 años para volver a saber de ti.
Yo tenía 80 y tu 81
Fue por una carta, una que me mandaste. Te lamentabas de lo pasado y lo que no me contaste. Que fue el miedo a tener lo que se pudiera perder, la debilidad de querer lo que puede desaparecer. Y ahora que parece que el tiempo se ha perdido, lloras por las lágrimas que debiste haber vertido.
Pero antes de que no puedas leer lo que te he escrito, me estoy riendo por la evidencia de lo que tú nunca has visto.
Tan simple es la realidad, que solo los niños la pueden contemplar. Los que llenan botes de mermelada con agua del mar y mojan su botas en los charcos recién formados.
Los que sueñan con vivir en estrellas y viajar sin descansar.
¿Es que no lo ves?
Ahora tenemos toda la eternidad…
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Yo tenía 5 y tú 6
Y saltaba en los charcos y llenaba botes de mermelada con agua de playa mientras me alimentaba de cuentos y castillos de arena mojada.
Tú me decías que el mundo se acababa en la línea del horizonte, donde los barcos desaparecían y las gaviotas volaban y, claro está, yo te creía, te miraba embobada, pues adoraba tu risa y tu mirada serena
Siempre me decías, que al morir, viviríamos en una estrella.
Llegaste en enero, te fuiste en abril.
Habrían de pasar siete años más para saber de ti.
Yo tenía 12 y tu 13
Yo seguía viendo duendes y hadas tras los recodos, pero tú me mirabas ausente, con expresión de incordio.
Si me besaste, si te besé, si deseaste hacerlo o reprimiste un “tal vez”, no me di cuenta. No más de cien.
Sufría la intensidad del amor, como solo la sufren los adolescentes, lleno de pasión y vacío de mente.
Anhelante como el hambre pero tenso como la cuerda de un violín.
Habrían de pasar otros siete años para volver a saber de ti.
Yo tenía 19 y tú 20
Fui a esperar tu tren y creo que entonces me viste por primera vez. Como si antes no hubiera existido, como si hubieras olvidado los juegos compartidos. Pero tus ojos eran de gato, de soldado experimentado, me dijiste que no me recordabas, pero sentí que tus manos temblorosas te habían delatado. Si me besaste, si te besé, no recuerdo cuántas fueron, quizás más de cien.
Te sentí con la misma intensidad que el viento del sur. Ese que llegaba cargado de canciones extrañas, de aromas exóticos, que venía de improviso para dejarte olor a mar, pero desaparece empujado por el frío invernal.
Me quisiste o tal vez no. Me extrañaste o tal vez no. Me encadené a mi corazón como la flor a su jardín.
Pero habrían de pasar diez años más para volver a saber de ti.
Yo tenía 30, tú 31.
Te casaste, me casé y me recordaste aquella estrofa que alguna vez te canté: ¿Qué será de nosotros, cuando nos vayamos y otros ocupen nuestro lugar?
No entendías que todavía creyera en la magia, en los bosques encantados, que creyera que tú y yo nos habíamos estado esperando.
Con la traición de los amantes condenados, con el sigilo del ladrón escarmentado, nos unimos en un temor a despertar sin haber soñado. Con el reloj de nuestras horas miserablemente hibernado.
Si te supliqué, si me suplicaste por última vez, no lo recuerdo. No más de cien.
Seguiste tu camino hacia la rutina, hacia la última página del libro, la que dice FIN.
Habrían de pasar otros diez años, para volver a saber de ti.
Yo tenía 40 y tú 41
Soñamos nuestros sueños a través de nuestros hijos. Los amamos, los quisimos con la esperanza de pervivir en ellos. La cautela reemplazó nuestra pasión inicial, la que nos decía que todavía había marcha atrás, la que susurraba todavía hay tiempo, y con la mirada resabida de los que se creen perfectos, mitigamos nuestro dolor en la alegría del reencuentro.
Si te acordaste de mí, si me acordé de ti, no lo recordé bien.
No más de cien.
Con la angustia del desertor, o el miedo del vencido, nos separamos de nuevo, con nuestro orgullo herido.
Usamos la sonrisa forzada de comodín.
Y dejé transcurrir 20 años más para volver a saber de ti.
Yo tenía 60 y tú 61
Nos pesaba la vida cargada de sueños incumplidos, de deseos frustrados y un amor prohibido. Me reí, te reíste, lloré, lloraste.
Nos mirábamos sin entender los límites de nuestro abandono, el que nos hizo amarnos sin comprometernos a fondo sin entender que nuestro amor no fue una casualidad, que nos dejamos vencer por la desidia y la comodidad. Que dejamos un barco a la deriva, que ya nunca llegará a puerto, pues se perdió entre la bruma del mediodía, cansado y hambriento.
Nos miramos con la pena de quién pierde un ser querido, sin haberse despedido, sin haberse confesado. Con el ancla como un lastre a mis pies anudado.
No sé si te convencí.
Pero habrían de pasar otros 20 años para volver a saber de ti.
Yo tenía 80 y tu 81
Fue por una carta, una que me mandaste. Te lamentabas de lo pasado y lo que no me contaste. Que fue el miedo a tener lo que se pudiera perder, la debilidad de querer lo que puede desaparecer. Y ahora que parece que el tiempo se ha perdido, lloras por las lágrimas que debiste haber vertido.
Pero antes de que no puedas leer lo que te he escrito, me estoy riendo por la evidencia de lo que tú nunca has visto.
Tan simple es la realidad, que solo los niños la pueden contemplar. Los que llenan botes de mermelada con agua del mar y mojan su botas en los charcos recién formados.
Los que sueñan con vivir en estrellas y viajar sin descansar.
¿Es que no lo ves?
Ahora tenemos toda la eternidad…
Comments (17)
Me suena... =)
Tú tenias 20 años y yo muchos más de los que quisiera, y por eso sufro de lagunas mentales. Anoche mismo crei haber escrito en un comentario que hoy ni siquiera existe. Espero que sea algo transitorio, o empezaré a preocuparme.
jajajaja...
Yo tenía 33 y tú... a saber...
No te preocupes, no son lagunas mentales, ya dije que no me gustan las entradas negativas, es solo que a veces necesito desahogarme y no sé por donde hacerlo.
Pero he preferido borrarlo, me he sentido mejor.
Gracias por la canción de Sabina, es uno de mis artistas favoritos.
Mi primer concierto fue uno suyo, me trae buenos recuerdos :)
Irte a la cama y ver que alguien te dedica una canción debería ser privilegio de todos.
Gracias de nuevo!
Mis lagunas son peores de lo que imaginaba, acabo de darme cuenta que en la parte de arriba esta el cuadradito de " Últimos Comentarios", y mira tú por donde que al marcarlo con el cursor me han salido: mi comentario, el enlace y tu respuesta, que la verdad sea dicha me ha descolocado bastante por lo positivo que resulta sincerarse con los demás abriendo el corazón.
A mí me encanta Sabina, y espero y deseo que ese sabor agridulce que te dejó aquella experiencia no sea un obstáculo para que sigas disfrutando de las magnificas letras de sus canciones.
Me llena de orgullo y satisfacción (Jajajaja, parezco el rey) abrir el ordenador antes de irme a dormir y descubrir que alguien se a ido a dormir con una sonrisa en los labios.
Volviendo al hilo, ¿De donde has sacado la foto?
Recuerdo a la chica, pero no recuerdo su nombre. Viendo la imagen acabo de acordarme porque las mujeres me llaman pulpo.
¡A ver esas manos, que luego van al pan!
Vaya... no sabía que los comentarios quedaban ahí guardados. La próxima vez tendré más cuidado a la hora de sincerarme sabiendo que luego quedan registrados en algún sitio XD.
Yo no veo nada positivo abrir el corazón de esa manera, creo que le das armas a la gente para llegado el momento atacarte donde más duele, como si les enseñaras un mapa de los puntos estratégicos donde golpearte. Por eso no suelo hablar mucho de las cosas que me han afectado y mucho menos en algún sitio donde lo puede leer cualquiera.
Creo que en cuanto lo escribí me arrepentí y por eso lo borré. Soy tremendamente desconfiada, y desde luego, cada día más.
La chica... creo que se llamaba Ximena, pero vete a saber. Las historias van y vienen y cambian de argumento según son contadas. Vete a saber si era ella.
Me alegra saber que nos resultamos tan útiles a la hora de dormir bien... jajajajaja
Según Aristófanes la desconfianza es la madre de la seguridad.
¿Pero de que seguridad hablamos?
Cuando pienso en mi seguridad física instalo una puerta blindada, pongo una alarma, me abrocho el cinturón y cuelgo un extintor en el rellano de la escalera.
Si no ves nada positivo en abrir tu corazón a los demás, ¿Porque lo haces?
Todos tenemos la necesidad de abrirle nuestro corazón a alguien, y de hecho lo hacemos ante ciertas personas que nos inspiran confianza, aunque solo bajo determinadas circunstancias y en momentos especiales.
Tengo la sensación de que todos los que leemos y contestamos en tu blog no utilizariamos nunca la información que nos das para atacarte, pero ya sabes que esto es una ventana abierta al mundo y no sabemos quien esta al otro lado.
http://www.dailymotion.com/video/x27xyx_mana-en-el-muelle-de-san-blas_music
Perdona, me refería al hecho de contar algo de índole personal.
No quería molestarte.
Muchas gracias... eres un sol...que canción tan bonita.
Perdoname tú si mi comentario te ha parecido algo rancio. Para nada me ha molestado tu opinión, al contrario, me parece bastante sincera.Te tengo demasiado cariño como para molestarme, eso lo dejo para otros....
http://www.youtube.com/watch?v=7Yl2es8RV_0&feature=related
Fijate, ya echaba de menos mi canción nocturna...
Me apetece, de verdad que me apetece mucho regalarte tu canción nocturna y me siento satisfecho si escuchandola desconectas un poco de tu batalla diaria, lo que ocurre es que no me gustaría hacerme pesado con esto, y por supuesto si alguna no es de tu agrado te agradecería que me lo dijeras.
El sábado tuve un día horrible, trabajé muchas horas y estaba cansadísima. Llegué a casa a las 03.30 de la mañana después de una hora en autobús nocturno que me deja a 15 minutos andando de casa.
No podía con mis pies y solo quería dormir.
Cuando estaba en la cama, me quedé pensando y de repente me levanté y encendí el ordenador.
No había nada.
Intenté volver a dormirme con una cierta desazón que no sabría explicar.
:)
No quiero ser yo la pesada, pero me haces feliz en pequeñas gotas. Gracias.
Llevo bastantes años trabajando y aún lo hago a pesar de la penosa situación laboral que atravesamos. No soy nada perezoso para el trabajo, pero me costaría bastante trabajar hasta tan tarde, coger un autobus nocturno y andar durante 15 minutos. ¡La verdad tiene mucho mérito!
¡Seguro que te mereces algo mejor, y apuesto a que lo conseguirás!
http://www.youtube.com/watch?v=KV6xhfVBk2I
¿Como sueles escuchar la música?
Yo me pongo los auriculares y cierro los ojos...