Esto en realidad no pretendía ser una entrada, pero dado que ha despertado mi curiosidad, me he decidido a publicarlo.
Ayer por la tarde, hablando con mi amiga Elena, me quedé muy sorprendida al oírla hablar de un fenómeno conocido como “Lluvia de ranas” y relatármelo como un hecho científico con lógica explicación.
Según ella, los renacuajos se evaporaban con el agua y subían a las nubes, descargando luego en forma de lluvia y bajando en forma de adorables ranitas.
Yo claro está me reí, es más, reconozco que me descojoné, porque si bien puedo entender que una gran cantidad de agua se evapore a gran velocidad, no que lo haga una rana.
Yo no entiendo mucho de química, pero que yo sepa las moléculas ascienden individualmente, y por tanto… ¿Dónde está el espacio para el renacuajo? A parte de que ahí arriba hace un frío de mil demonios. El pobre bichito estará todo congelado…y que digo… los renacuajos no levitan.
Pues bien. Hoy me he puesto a indagar, y cual ha sido mi sorpresa cuando he encontrado un montón de información sobre este fenómeno, el cual ha sido documentado en infinidad de ocasiones, ya desde el antiguo Egipto. Algunas fuentes no son nada fiables, pero otras, como la de Plinio el Viejo, ya me han hecho dudar.
Al principio me puse a apuntar las fechas y lugares, pero luego desistí, eran muchísimas, la última de ellas en Rebolledo, Alicante, el año pasado, un hecho que fue recogido por multitud de medios informativos.
La explicación científica de este fenómeno no difiere mucho de la dada por Ele y es que, por lo visto, en bruscos cambios de temperatura, se pueden producir grandes evaporaciones de masa de agua, llevándose algunos animalillos pequeños como ranas o peces. Sin embargo la explicación más extendida es la de un pequeño tornado que se lleva pequeñas masas de agua y luego descarga violentamente en algún lugar.
Lo que no termino de entender es como sobreviven con el frío de ahí arriba, y claro está, como sobreviven a la caída, porque la mayoría de los textos hablan de ranas vivas, no de puré de rana…
Señorita Ele soy una ignorante, usted tenía razón y yo no. Prometo no volver a reírme de sus teorías por absurdas que me parezcan.